La amistad que nunca fue

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Una amistad verdadera requiere trabajo, mantenimiento y esfuerzo y, una vez consolidada, es de las cosas más hermosas que existen.
Por María Cristina Moreno Villarreal

 

“La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea”.

– Albert Moravia

Te volviste transparente. No sabes cómo, ni cuándo, ni por qué, pero así es, transparente. Todos lo hemos experimentado, visto o escuchado de personas que lo han vivido. Amistades que parecían sólidas, estables e inquebrantables se desvanecen. Te has vuelto invisible para esa persona que en algún momento fue tu aliado, tu centro de confianza, tu fuerza y naturalmente tú lo eras para ella… o por lo menos eso creías.

Comenzaste a notar un distanciamiento. Cesaron las llamadas y los textos. Tus preguntas, cuando eran respondidas, solo merecían monosílabos o un mohín que no quería decir nada. Si el azar los cruzaba, una mirada esquiva y un “tengo prisa” era el intercambio más elocuente. Al principio pensaste “un mal día lo tiene cualquiera”, aunque había una vocecita que te recordaba que con la cercanía que existía la comunicación debería ser instantánea, aunque fuera para un solo “prefiero no hablar”.

Especulas, para ver si en ella encuentras una respuesta a la interferencia que se ha creado. ¿Sería una conversación fuera de contexto, un comentario mezquino, algo que hayas hecho o dicho sin intención de hacer daño? Todas ellas son razones que pueden incidir y lacerar algo que parecía inquebrantable. Tu consuelo es que si la base de la relación es real y auténtica más tarde o más temprano el espacio para el diálogo se dará. Como diría Cervantes: “Amistades que son ciertas nadie las puede turbar”.

Pasa el tiempo y se va abriendo una brecha, al punto que ya no queda nada que decir. Quizás lo que más te aturde es el silencio, ese silencio incómodo que no dice nada y a la vez lo dice todo: ya no existes, caíste en el vacío, te sacaron de su vida y todavía no sabes por qué.

Una amistad verdadera requiere trabajo, mantenimiento y esfuerzo y, una vez consolidada, es de las cosas más hermosas que existen. Un amigo es ese hermano que escoges, lo conviertes en tu sangre, en tu cómplice y conoce tus más íntimos y oscuros secretos. Es alguien que te complementa, que conoce tus leves y más marcados dobleces. Capaz de sobrevivir la insidia de la gente. Una amistad robusta, sobrevive el trajín diario que provoca momentos de intermitencia, es para toda la vida. Toda relación que merece trascender, hasta las amorosas, se basan en la amistad.

La fortuna me ha regalado buenos amigos, no son muchos, pero son los que tienen que ser. En ellos me he apoyado cuando me parecía que me partía de dolor y pena y yo los he sostenido cuando la vida se ensaña con ellos. Apoyados el uno en el otro sabiendo que todo es más fácil porque nos tenemos.

Para todos los que la amistad es sagrada verse inmerso en una situación como esta resulta difícil de entender, es un duelo. Sin la certeza y la confianza naturalmente el amigo deja de ser. Te supera y quedas descolocado al perder esa pieza que era tan importante para tu estabilidad física y emocional. Sabes que hiciste todo lo que estuvo a tu alcance para salvarla, para abrir esa puerta a un diálogo. Si nunca recibiste la oportunidad para esa conversación, desengáñate y encuentra la calma en saber que esa amistad nunca existió.

Referencia: http://www.magacin.com

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